martes, 16 de abril de 2013

Una buena planificación turística puede contribuir a la conservación de los oasis


Los oasis son ecosistemas agrarios complejos, de alta biodiversidad y productividad primaria y que se extienden por el cinturón de tierras áridas, desde la antigua Iraq  Península Arabica, Norte de África, El Levante Español y la Península de Baja California Sur en México  en estos espacios se estima que habitan 150 millones de personas que comparten una cultura común basada en la gestión de un bien tan imprescindible como es el agua.

Oasis en Baja California Sur, México
A lo largo de la Historia  en estos  ecosistemas de recursos limitados se ha mantenido un perfecto equilibrio entre el hombre y el medio ambiente lo que ha posibilitado el desarrollo económico de las sociedades locales basado en la agricultura, dando lugar a unos paisajes de una extraordinaria belleza plástica y una alta productividad. Actualmente los oasis sufren  una crisis en sus elementos básicos: el agua, la agricultura, el medio ambiente y el estrés social: todos estos factores aumentan su fragilidad y los amenazan con desparecer si no se toman mediadas adecuadas de desarrollo sostenible que favorezcan la evolución progresiva de la economía social. 

Oasis de Daklah, Egipto
Por su belleza y exotismo, los oasis poseen un elevadísimo potencial como recurso turístico y fuente de riqueza. La actividad turística puede contribuir a la  conservación de estos paisajes singulares,  especialmente si se sustenta la propia esencia del oasis,  la  agricultura, actividad generadora de productos singulares. Pero la singularidad de los oasis va más allá del  exotismo del paisaje, puntos de encuentro en la Ruta de las Caravanas, la historia de los oasis está unida a antiguas civilizaciones que dejaron su huella en el paisaje y en la cultura, tradiciones ancestrales que conviven con la modernidad, un patrimonio cultural y natural rico y variado, que puede satisfacer las expectativas de un público que busca conocer la autenticidad frente a la estandarización de la oferta turística.

Palmira, Siria
No todos los oasis son susceptibles de desarrollo turístico. Por este motivo los proyectos turísticos, se tienen que integrar en estrategias globales de desarrollo sostenible  en las regiones áridas.  En los oasis, el producto turístico no se puede improvisar: el contenido  debe ser el resultado de un trabajo multidisciplinar que abarque áreas como la ecología, el paisajismo, el urbanismo, la antropología, arqueología o la comunicación. El éxito del turismo de oasis depende de la calidad de los turistas y no de la cantidad, y por ello de la planificación de resultados a medio y largo plazo. 

Oasis de Elche, Ruta del Agua
Pero por otro lado, la diversificación de la economía es vital  para la supervivencia de los oasis: no podemos basar su desarrollo económico  únicamente en el turismo. Se hace necesario pues generar una sinergia entre todos los vectores de la economía, fomentar la investigación y la educación,  y favorecer la creación de redes de trabajo que permitan el trasvase de conocimiento. 

En el imaginario colectivo los oasis se asocian al exotismo del desierto, una estampa estereotipada que ha sido utilizada indiscriminadamente  como reclamo turístico, sin tener en cuenta la riqueza patrimonial y la diversidad cultural de estos ecosistemas únicos. Tanto es así que en muchos casos la imagen del oasis se asocia únicamente a valores paisajísticos como es el caso del Palmeral de Elche, declarado Patrimonio de la Humanidad por UNESCO en el año 2.000. Desde su distinción,  las campañas de promoción turística se han basado  principalmente  en el paisaje, sin tener en cuenta los valores que UNESCO reconoció en su declaración: ser un paisaje cultural, vinculado a un sistema de riego de origen andalusí aún en funcionamiento, y su papel en el juego histórico y presente de las transferencias interculturales.

Oasis de Elche, cabecera de la Acequia Mayor

El turismo de oasis bien concebido, nos acerca a la microhistoria de estos ecosistemas, a sus gentes, sus fiestas, tradiciones y leyendas. También apela a todos nuestros sentidos. Nos divierte, nos educa, nos motiva a saber más, a leer más, a conocer otros oasis. Para ello, no es necesario convertir los oasis en parques temáticos,  ni en grandes complejos turísticos, quizás debamos centrarnos más en permitir al viajero vivir y experimentar la esencia del oasis, en generar momentos únicos, en diseñar propuestas innovadoras y que hagan de cada visita  una experiencia única. Solo así lograremos transmitir emociones y conservar la cultura del oasis.
  



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